Gritó el mar
lisonjas castellanas,
se cubrió de rubor
la piel desnuda
sometida,
llegó la ola rival
envidiosa de la
entrega
y con furia salvaje
la arrojó sobre la arena.
No se rindió el cuerpo
al embate
con hilo purpúreo
corriendo por sus senos
se abrazó en profundidad
con el océano.